PRESENTACIÓN DE LA COMUNIDAD KAWÉSQAR DE PUERTO EDÉN ANTE EL PARLAMENTO LATINOAMERICA
PRESENTACIÓN
DE LA COMUNIDAD
KAWÉSQAR RESIDENTE EN PUERTO EDÉN
ANTE EL PARLATINO
Punta Arenas,
Chile, 26 de abril de 2012
“LA DEUDA HISTÓRICA
DEL ESTADO DE CHILE CON LAS COMUNIDADES ORIGINARIAS DE PUEBLOS CANOEROS
AUSTRALES.CONDICIONES ACTUALES”
Agradezco al
PARLATINO la oportunidad que nos brinda para exponer ante ustedes las
características y condición de nuestra etnia, una de las más amenazadas de
extinción y una de las más desconocidas de estas latitudes.
Residimos en Puerto
Edén, un pequeño villorrio costero que se ubica en las coordenadas 49° 08’ S y
74° 25’, en el ingreso sur del Canal Messier y al Oriente inmediato
de la Isla Wellington. Puerto Edén es la única población del Parque
Nacional Bernardo O’Higgins, el área silvestre protegida más extensa del país y
una de las más extensas del Planeta, reservorio biológico y de recursos
hídricos de la mayor importancia mundial, muchos de ellos aún inexplorados. Al
Este de Puerto Edén, se encuentra el Campo de Hielo Sur, espacio todavía no
delimitado y que constituye una importante reserva de agua dulce, sin contar su
relevancia estratégica para toda la región.
La Comunidad
Kawésqar residente en Puerto Edén es la última comunidad sociológica de esta
etnia. La componen catorce personas, quienes hemos luchado por la preservación
de nuestra cultura inmaterial y material. Somos una de las poblaciones
supervivientes de un extenso proceso de exterminio de las cinco etnias
patagónicas originarias.
Vivimos en un
paisaje. Pero las condiciones de vida son extremadamente difíciles. Las
comunicaciones de la localidad presentan graves deficiencias. Sólo un servicio
de transbordadores sirve a la comunidad, servicio que muchas veces se ve
interrumpido por factores de diversa índole. Cuando ello ocurre, nuestro
aislamiento puede llegar a varias semanas. Carecemos de servicios básicos
adecuados. La energía eléctrica es suministrada por una estación de turbina,
que en la época de mayor exigencia no da abasto para las necesidades de la
localidad. El agua potable, a pesar de la alta disponibilidad natural de ella,
es un servicio que presenta, asimismo, fallas de suministro. No existe un servicio
de saneamiento y tratamiento de aguas servidas, lo que ha llevado a que la
bahía de Puerto Edén presente preocupantes condiciones de contaminación.
Por
otra parte, la precaria vivienda Kawésqar de las familias residentes subsiste
sólo con las casas que fueron donadas por una fundación belga a principios de
la década de los años 1990, viviendas que hoy se encuentran ya muy
deterioradas. No ha sido posible, hasta la fecha, el desarrollar una iniciativa
de recuperación de tales viviendas – con pertinencia cultural – a pesar de que
la Comunidad ha desarrollado un completo proyecto para tal fin.
La Escuela
“Profesor Miguel Montesinos Contreras”, ofrece educación primaria, esforzándose
en la entrega de una enseñanza basada en las condiciones locales y el
reconocimiento de sus alumnos como descendientes de etnias originarias. Sin
embargo, los estudios secundarios y superiores deber realizarse en el
continente y aún fuera de la región. Recientemente hemos suscrito un convenio
de cooperación con la Universidad de Magallanes, el cual esperamos implementar
efectivamente en las próximas semanas, y que contempla el otorgamiento de becas
de estudio para la Comunidad, así como el desarrollo de actividades de
investigación científica con pleno respeto de los derechos de la misma
comunidad sobre su entorno y sobre su cultura inmaterial y material.
Somos, con todo,
una Comunidad viva, no en vías de extinción. Desarrollamos, con mucho esfuerzo
iniciativas culturales y de rescate de nuestras tradiciones, a pesar de las amenazas
que vienen del entorno y que afectan a nuestra lengua, nuestras tradiciones y
nuestro territorio.
Quisiera
referirme al Territorio Kawésqar, un desafío de preservación y defensa que hoy
se nos presenta.
Es importante que
este auditorio tenga presente que la territorialidad del pueblo Kawésqar
requiere ser entendida desde la forma de su cultura. Como contrapartida al
exterminio de los pueblos nómades de cazadores terrestres, que fueron llevados
a su total extinción hacia la década de 1940, aún persisten dos comunidades
sociológicas de pueblos canoeros nómades de los canales y fiordos magallánicos:
la comunidad Yagán de Puerto Williams, y nosotros, la comunidad Kawésqar
residente en Puerto Edén.
La
mayor dispersión geográfica, la movilidad espacial y, sobre todo por las
características de los espacios y recursos usados por la etnia Kawésqar, hizo
que pudiéramos sobrevivir con algo de mayor éxito al exterminio de las
poblaciones patagónicas originarias. Sin embargo, la actividad misional y la práctica
de sedentarización a la cual se nos sometió, hizo que fuéramos obligados a
abandonar progresivamente nuestro nomadismo, ubicándonos en cambio en misiones
regentadas por congregaciones o cultos religiosos de origen europeo. Hacia el
año 1920, cuando concluyó la actividad misionera, nuestra población se había
reducido a poblados permanentes o semipermanentes, como los de Jetarkte, en la
Isla Wellington y Rinconada Bulnes, en la Península de Brunswick.
Las
políticas de sedentarización se intensificaron en los últimos cincuenta años,
inducidas por la creación, precisamente, del poblado de Puerto Edén, entre los
años 1949 y 1969.
Como ustedes podrán
fácilmente comprender, esta sedentarización y en un poblado alejado y precario
ha producido un debilitamiento progresivo de la población Kawésqar. Una de sus
consecuencias es lo que hemos venido constatando como la Diáspora Kawésqar; con
una evidente ruptura generacional y cultural. De hecho, hoy y producto de esta
acción intencionada del Estado de Chile, el número de integrantes reconocidos y
asumidos como Kawésqar no supera las 120 personas y, en un alto porcentaje, se
trata de descendientes de segunda o tercera generación. Estos últimos están
agrupados en centros urbanos, rompiendo vínculos con sus espacios
tradicionales. Enfrentan, además, condiciones ostensibles de depauperación y
dificultades de acceso a los diversos servicios sociales y sanitarios.
Quiero
ahondar algunas ideas sobre el territorio Kawésqar, como un espacio dual
dominado por el medio marino.
La
cultura Kawésqar se funda en su relación con el medio marino y la zona costera.
El mar es para nuestro pueblo medio de comunicación y fuente de sustento;
también es un escenario inmediato para nuestra visión del mundo. Por ello, el
espacio de los canales y fiordos magallánicos (jáutok), así como
la costa abierta hacia el Pacífico (málte), están
definidos y conceptualizados en nuestra cultura. En esos espacios se encuentran
manifestaciones de la cultura Kawésqar, en la forma de espacios de pesca y
caza, de recolección, de parición, campamentos temporales, cementerios, lugares
tabú. La zona costera y el mar, sus aguas y recursos, son constitutivos de
nuestro territorio.
Esto
expresa una de las condiciones de nuestra cultura Kawésqar, nuestro nomadismo.
A pesar de la radicación de nuestra comunidad en Puerto Edén, las referencias
culturales, tanto desde el punto de vista inmaterial como material, se
mantienen vivas y exigen respeto.
De esa
manera, el territorio Kawésqar, en un probable giro respecto de otras culturas
ancestrales, se encuentra dominado por el medio marino y costero. El mar domina
la tierra. Es él quien permite, para nosotros, llegar a ella y al medio de
asentamiento temporal o permanente que nos ofrece.
Por
eso, el territorio Kawésqar es extenso en el mar. Y cubre, por tanto, el acceso
al territorio terrestre asociado a él. El territorio Kawésqar se extiende, así,
desde el Golfo de Penas hasta el Estrecho de Magallanes. En él se produce la
distinción entre málte
y jáutok, cada
uno con un aporte específico a la cosmovisión Kawésqar. Además, la toponimia de
ese territorio se reconoce, asimismo, por denominaciones de la lengua Kawésqar,
paralela frecuentemente a la denominación oficial o vernácula.
Eso me
permite ahondar brevemente en el territorio como sustento de la cosmovisión
Kawésqar.
El
poblamiento del territorio reconoció cuatro zonas de asentamiento de la
población Kawésqar. En términos latitudinales, yendo desde el norte (aqáte) hacia el
sur (seté), se
reconoce a los Sǽlam habitantes de la zona norte, que corresponde al espacio
que va desde el Golfo de Peñas hasta el Canal Adalberto; los Kčewíte,
habitantes de la zona ubicada al sur de los Sǽlam, y que se establecían entre
el Canal Adalberto por el norte y la Isla Jorge Montt y el Estrecho Nelson; los
Kelǽlkčes, en la zona de Última Esperanza; y los Tawókser, ubicados en la zona
del Seno Skyring, Seno Otway y en ambas riberas del Estrecho de Magallanes.
Los relatos de
viaje que han sido documentados a partir de la historia oral, muestran que el
territorio ha sido cubierto desde tiempos inmemoriales para fines de caza de
subsistencia por nuestra población; luego para la comercialización mediante
trueque de los productos de la caza con comerciantes de pieles finas; para
llegar a los tiempos actuales en que la población Kawésqar hace uso del medio
marino para la recolección de mariscos y la pesca de menor escala, y su
posterior comercialización hacia los centros de consumo.
En esos relatos,
los puntos de zarpe como los puntos intermedios y los puntos de meta, antes del
retorno, son definidos por su relevancia y las referencias que va construyendo
en la construcción del medio Kawésqar. Esta es una circunstancia anclada en la
consciencia nómade de la comunidad y que vincula la navegación con el punto
donde el mar y la tierra ofrecen condiciones para la caza, la recolección o la
pesca.
Lo anterior es
especialmente relevante, porque implican una concepción del espacio que
registra sus usos ancestrales e incorpora los usos modernos, en la medida que
estos no implican una transgresión a los primeros. El mar y su entorno
terrestre deben proveer a la subsistencia; y es el medio en que la comunidad se
hace sustentable y desde ello se orienta a su desarrollo.
Es necesario que
exponga ante ustedes, además, cómo es que llegamos a esta condición de etnia
amenazada de extinción, víctimas de un profundo proceso de genocidio/etnocidio.
El territorio
Kawésqar, en su dimensión binaria de mar y tierra, no era un despoblado a la
época de la colonización occidental. Era, además, como lo han demostrado las
investigaciones arqueológicas, un territorio controlado y plenamente utilizado
por nuestro pueblo. La extensión de este territorio estuvo siempre asociada a
la práctica de caza, pesca y recolección, que requirió de amplios espacios de
nomadismo que permitiera sostener la población.
Es sobre esa
población la que se ejerció una extensa violencia física y simbólica. Los procesos
de ocupación del territorio Kawésqar por parte de la colonización europea y
chilena fueron acompañados de prácticas de exterminio físico de la población
originaria, bajo el supuesto de que ella no cumplía con los estándares que le
permitían ser sujetos de derecho en la misma condición de quienes invadían sus
espacios. Práctica que no sólo se remonta a los períodos previos a la
independencia chilena, sino particularmente y con especial virulencia, a partir
de las primeras décadas de la época republicana. El alcance del genocidio de
nuestra población es un capítulo obscuro o, más bien, obscurecido de la
historia del Estado chileno. No es fácil hacerse cargo de tales prácticas como
uno de los fundamentos en los cuales se constituyó la autoridad jurídica de la
República de Chile en el extremo austral, por sobre los derechos de un grupo
humano ya asentado hace miles de años en esas latitudes.
La
práctica del secuestro con resultado de muerte, admitida e incluso amparada jurídicamente
por la naciente República, para la exhibición de nuestros ancestros en
zoológicos humanos en la culta Europa, es un tema que recién venimos
reconociendo en todo su alcance.
Al
genocidio se le unió una serie de prácticas dirigidas a imponer una cultura
ajena a nuestro pueblo. La persecución para el aseguramiento de los predios
asignados a los colonos por el Estado de Chile, provocó la migración y la
reducción de nuestra gente en misiones religiosas, donde se comenzó el proceso
de destrucción de nuestra cultura, nuestras tradiciones y de nuestros
referentes, junto a la muerte por enfermedad de quienes eran llevados a esos
campos que presagiaban las peores prácticas que iban a desarrollar las culturas
occidentales; proceso que luego fue reforzado por la imposición del servicio
militar obligatorio; o el enganche obligatorio de nuestros antepasados como
mano de obra precaria en faenas agrícolas o mineras del centro y el norte del
país. Niños huérfanos fueron, por otra parte, sustraídos de sus comunidades,
bajo una condición atribuida de orfandad, para ser adoptados por familias
ajenas a nuestro pueblo, habiéndoseles perdido la pista sobre su destino
final.
Por
tanto, un genocidio amparado por la República de Chile, conocido a través de
los relatos de nuestros mayores y por las crónicas de historiadores e
investigadores. Pero no reconocido en toda su extensión por las consecuencias
que él ha provocado para la sobrevivencia de nuestra etnia. Hoy nos encontramos
recluidos en Puerto Edén, la que consideramos el centro capital de nuestro
territorio. Allí se encuentra y hemos preservado nuestra cultura y, con
esfuerzo poco comprendido, las bases materiales de ella.
El
derecho de gentes ampara nuestros derechos y a ello quisiera referirme ahora.
Para nosotros hoy
es claro que el derecho internacional nos reconoce derechos como pueblo
originario y como minoría en el Estado chileno. Ese reconocimiento goza en
Chile de rango constitucional y, por lo tanto, no puede ser desconocido ni por
la ley ni por la actividad regulatoria de las autoridades, en ninguna de sus
formas. Nadie puede atribuirse mayores derechos que los que la constitución
chilena les otorga, ni puede desconocer ni derogar normas que tienen rango de
derechos humanos básicos.
26. El
derecho internacional ampara las bases materiales e inmateriales de la cultura
Kawésqar. Esto implica que, cuando el artículo 27 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, del cual es parte Chile desde el año (1989),
reconoce a las minorías el ejercicio de su cultura, lo hace en ambas
dimensiones. Como lo ha reconocido y declarado en múltiples ocasiones el Comité
de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Para el Comité, la protección de la
identidad de una población originaria implica, no la indiferencia del Estado,
sino al contrario, el despliegue de actividades positivas para protegerla,
removiendo los obstáculos que impidan su ejercicio. Para el Comité, además, tal
identidad se manifiesta sólo a través del idioma o la religión, sino en el uso
de los recursos, y ha mencionado expresamente entre ellos la pesca y la caza, y
el derecho a vivir en reservas protegidas por la ley.
Esto
implica que, para el pueblo Kawésqar, el derecho a acceder a los recursos
marinos y terrestres se encuentra jurídicamente protegido, y corresponde que el
Estado de Chile y sus autoridades lo respeten y lo promuevan
efectivamente.
Recuerdo
además, ante ustedes, que cuando el Comité de Derechos Humanos de las Naciones
Unidas le ha correspondido conocer de casos similares a los del pueblo
Kawésqar, ha dejado en claro tres cuestiones básicas respecto de los derechos
de los pueblos originarios costeros: a) que la pesca marítima se encuentra
protegida dentro del artículo 27 del Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales; b) que hay leyes que pueden interferir en el
ejercicio de los derechos que emanan de este artículo; c) que sólo un proceso
de participación amplio e informado por parte de las comunidades afectadas
puede autorizar el establecimiento de regulaciones a los derechos que emanan
del mismo artículo, pero sin que se pueda llegar una derogación de esos
derechos.
Por
otra parte, el Convenio N° 169 de la Organización Internacional del Trabajo
reafirma nuestros derechos como pueblo costero. De especial importancia es la
concepción del territorio contenida en su artículo 13. En él se conjugan tres
elementos. En primer lugar, se señala un mandato para los Gobiernos, en el
sentido que ellos, al aplicar el Convenio, deben respetar la importancia especial
que las tierras y territorios tienen para las culturas y valores espirituales
de los pueblos interesados. Es decir, éste es un mandato que abarca todas las
actuaciones de esos Gobiernos, en sus diversas manifestaciones. En segundo
lugar, destaca la diferencia y, al mismo tiempo, la complementación de las
dimensiones de tierra y territorio. Conforme al Convenio, el territorio
comprende la totalidad del hábitat de las regiones que los pueblos interesados
ocupan o utilizan de alguna otra manera. Así, la protección que ofrece esta
disposición excedería el puro marco terrestre y debería extenderse a todo el
medio que es utilizado por esos pueblos. Ello incluiría, entre otras
dimensiones del territorio, a las aguas, los mares y sus recursos.
Entendemos,
asimismo, que los pueblos costeros disponemos de un derecho especial de
consulta, previsto en el derecho internacional vigente.
Tenemos
un derecho especial de consulta que se suma al derecho general de consulta del
artículo 6 del mismo Convenio. Por ende, un doble derecho que asiste a la
comunidad Kawésqar residente en Puerto Edén, que desarrolla sus medios de vida
en ese binomio de mar y tierra, y que ha desarrollado prácticas ancestrales de
uso de los recursos de una y otra dimensión de nuestro territorio.
Un
doble derecho de consulta que debe cumplir con los mismos estándares mínimos
que el Comité de Expertos de la OIT ha establecido para la implementación del
artículo 6 del Convenio. Es decir, debe tratarse de una consulta previa,
informada y dirigida de buena fe a obtener el consentimiento. No se trata, por
lo tanto, de un mero derecho de ratificación, dado que la consulta debe
permitir incidir en la aplicación de la medida en cuestión y evaluar
debidamente su incidencia social, espiritual y cultural, así como sobre el
medio ambiente y su protección. La misma Corte Suprema de Justicia chilena se
ha ido ordenando en torno a esas mismas premisas. Casos de particular
preocupación en el contexto descrito.
Por
eso es que nos preocupan las acciones que ha venido impulsando el Gobierno de
Chile y que afectan directamente a los derechos de la comunidad Kawésqar
residente en Puerto Edén.
Podemos
mencionar, en primer lugar, la Zonificación del Borde Costero de la Región de
Magallanes y la Antártica chilena, que se realizó sin ninguna consulta previa,
informada, específica y dirigida de buena fe a lograr consentimiento con la
comunidad. Eso ha implicado que hoy se hayan declarado Áreas Aptas para la
Acuicultura en territorio Kawésqar, con invasión de nuestros derechos
culturales, tanto materiales como inmateriales. Se ha informado por la
autoridad política de Chile que debería procederse a una consulta con las
comunidades de pueblos originarios. Con todo, esto mismo llama la atención
porque: a) reconoce que no ha habido consulta previa; b) pretende realizar una
consulta posterior, lo que transgrede las normas del Pacto de Derechos Civiles
y Políticos, así como el Convenio N° 169, llevando a que las normas de
zonificación y de declaración de aptitud de las áreas de acuicultura se
encuentren en una condición de nulidad que buscaremos hacer efectiva.
Se han
venido argumentando verdaderas falacias para justificar la ausencia de consulta
previa; y ni qué decir de la consulta y participación en el manejo de los
recursos costeros y marinos. Olvida, de hecho, el Gobierno de Chile que no
puede argumentar razones de derecho interno para incumplir compromisos
internacionales. Pero en eso está. Incumpliendo.
Los
integrantes de la Comunidad Kawésqar de Puerto Edén nos encontramos, por ello,
seriamente preocupados por los anuncios de una instalación masiva de centros de
acuicultura intensiva para el cultivo de salmones en nuestro territorio. Ya
conocemos los desastrosos resultados que un proceso similar a éste tuvo en la
región de Los Lagos, y los perniciosos efectos sobre las comunidades Huilliche
de esa región. Una actividad que explota el medio ambiente hasta la saciedad,
ensucia hasta el hartazgo, degrada el medio social y cultural y cuando enfrenta
crisis sanitarias o ambientales, termina recurriendo al propio Estado para que
los salve de la bancarrota. No queremos eso para nuestro territorio.
Estamos,
asimismo, preocupados por recuperar nuestros derechos pesqueros y a la zona
costera. A recuperar nuestra identidad en esta Era de los Pueblos. A revertir
la diáspora y a poblar de esperanza ese espacio que es nuestro territorio. Pero
sosteniblemente. No a punta de industrialización enajenada.
Hoy
estamos dispuestos a luchar en todos los foros, nacionales e internacionales
para el respeto de nuestra cultura material que es parte de nuestra visión del
mundo, y de nuestra cultura inmaterial. Ambas de una riqueza enorme, a pesar de
las apariencias de sobriedad que ellas tienen. Queremos, como ya hemos dicho en
otras instancias, hacer visible que bajo lo simple se encuentra frecuentemente
la mayor de las riquezas; y que en el borde de este país y del Planeta
sobrevive un pueblo que reclama dignidad y reconocimiento.