Indigenismo, Medioambiente y Desarrollo




En los años recientes hemos visto un lamentable espectáculo comandado por organizaciones ambientalistas, usando a organizaciones indígenas para obtener sus propósitos en la Región. Muy bien lo definía Teócrito, filosofo griego, quien señalaba que “los hombres libres tienen ideas; los sumisos ideologías”, entendiendo esto, si no hay libertad, no existe libertad de pensamiento, las doctrinas hacen al hombre que se cree libre, esclavo voluntario de otros, que lo someten sin grilletes. Con ello han logrado llevar a Magallanes a un nivel desconocido de enfrentamiento y acusaciones injuriosas que nos ha cubierto de intrigas ya insoportables. Todo, motivado por su oposición a rajatabla de la salmonicultura. Hemos venido observando esta ácida y desagradable campaña que engloba todo nuestro sentir como perteneciente a esta parte del territorio, nos preocupa nuestro futuro y el de nuestros hijos y nietos. Los Kawésqar, todos sus integrantes, los ancianos, los mayores, las madres de los hijos Kawésqar que, por serlo, son Kawésqar porque nosotros lo decidimos; los padres de los hijos Kawésqar, que son Kawésqar porque nosotros lo decidimos; los hijos y los nietos de los ancianos y mayores, todos, tenemos los mejores títulos para opinar y alzar la voz fuerte contra campañas que introducen discordia en la Región y nos condenan a la incertidumbre y la pobreza.

Magallanes y sus pueblos originarios se merecen un futuro sostenible. Negado por décadas y sustentado por una política asistencialista que evita a los integrantes de las comunidades indígenas poder emprender en un negocio que asegure la  calidad de vida de cada uno de sus integrantes, nos molesta de sobremanera que organizaciones Ambientalistas, sus financistas y aliadas locales crean que las comunidades indígenas de la Región de Magallanes, particularmente las comunidades rurales, somos sólo vestigios de un pasado ancestral sin futuro, donde se da a entender que si se logra lo reclamado volveremos a nuestra vida ancestral con canoas, taparrabos y recorriendo propulsado a remo las frágiles embarcaciones de antaño. El Convenio N° 169 de la OIT, que usan a su antojo, no nos obliga a permanecer como objetos de anticuario. No, al contrario. Ese convenio establece el piso mínimo de derechos para nuestro desarrollo y no un techo que nos impida disfrutar de los avances de las tecnologías e instituciones. Sepan, no somos pura cultura, somos también desarrollo; lean bien. Lo que sí tenemos, es el derecho inalienable a establecer nuestras propias prioridades para ese desarrollo, sin tener que consultarles sobre ellas a organizaciones con motivaciones desconocidas para nosotros. Ninguna organizacion de denominación indígena pueden imponerle a las comunidades tradicionales sus propias estrategias y objetivos, por ruido que metan para ello. Nosotros somos autónomos e independientes.

La Comunidad Indígena Kawésqar Residente en Puerto Edén fue quien detuvo eficiente y racionalmente la expansión descontrolada de la salmonicultura en Magallanes. Lo hicimos solos, con el apoyo de profesionales que no andaban ventilándose por la prensa. Muchos de ellos han pagado enormes costos por las represalias de que han sido objeto. Nosotros mismos fuimos objeto de extorsiones al más alto nivel para torcer nuestra decisión de oponernos a que en aguas de los parques nacionales se realizara acuicultura industrial. Soportamos solitos. Lo logramos, en el año 2013. La Contraloría General de la República de Chile, con el apoyo de profesionales valientes de CONAF, nos dieron la razón. Pues bien, ninguna de estas organizaciones ambientalistas y sus ayudistas que ahora sacan la voz estuvieron dispuestas a apoyarnos en esa dura época en que nos opusimos a la salmonicultura un gigante de la industria,  que pretendía instalar la Subsecretaría de Pesca en nuestra Región. No, esas organizaciones ambientalistas, estaban muy ocupadas apoyando la Ley Longueira, la misma que dejó a los pueblos originarios de Chile sin sus derechos de pesca. De esto, ni se acuerdan. Es una mancha de aceite en su camisa blanca que, por más que quieran ocultarla, ahí está. Brilla como un hoyo negro en el ambientalismo criollo y sus tutores del imperialismo verde. Si no nos entregamos al imperialismo rojiazul no lo haremos a su versión lavada. 

Falta Estado y sobra ruido. El tema de las áreas silvestres protegidas y el futuro de los territorios de Magallanes no puede seguir dependiendo del ruido ambiental producido por las ONG ambientalistas y sus financistas. Nosotros como comunidades  originarias nos entendemos con el Estado de Chile, a él le reclamamos nuestros derechos, porque es él el obligado con nuestros derechos. No necesitamos mediadores ni organizaciones que nos usen para enfrentarnos entre nosotros, nos manden recados indignos, se metan en nuestras propias decisiones y saquen con nuestras manos las castañas de su propio fuego. El Estado de Chile debe tomar una decisión sobre el territorio magallánico. Si la salmonicultura ha de quedarse, que lo haga bajo los más estrictos estándares y certificaciones. Pero con estándares diseñados en la propia Región y garantizados por nuestras comunidades; no por organizaciones ambientalistas para su propio negocio de certificación ambiental, que tan de moda se está instalando en nuestra región.

Hicimos una contribución para una salmonicultura sostenible en Magallanes. Cuando nos opusimos a que se expandiera la salmonicultura a los parques nacionales de Magallanes dimos un campanazo de alerta. No podíamos aceptar una industria, amparada por la Subsecretaría de Pesca, que usara las mismas prácticas insostenibles en Magallanes. Con ello logramos diferenciar una industria regional de las barbaridades que se cometieron más al norte por una industria sin bridas ni manejo. De ahí salió el Salmón Magallánico, del que se enorgullece hoy la industria local. Pusimos una barrera de cientos de millas entre la insostenible industria contaminante de la X y XI región y la industria magallánica. Fuimos nosotros, no la industria, no los ambientalistas, no el Gobierno; nosotros. Y no cobramos un peso por ese logro. Bien, si ha de haber salmonicultura que la haya, pero bajo un plan claramente concordado en la Región y no hecho en una cocina a control remoto desde la calle Bellavista en Valparaíso o desde Ámsterdam, Buenos Aires, Oslo, Shanghái o Tokio. No estamos para ocurrencias; con las cosas de comer y de calentarse con eso no se juega; lo sabemos bien quienes anduvimos en estas embarcaciones descubiertas propulsadas a remo bajo las inclemencias del tiempo de esta Patagonia dura e inclemente, eso lo sabemos desde chicos en nuestras correrías por los canales. Esos que bien conocemos; no oídas ni leídas de libros.

El ordenamiento del territorio de Magallanes es urgente. Magallanes es un territorio estratégico que no se merece la ausencia del Estado. Hay que planificarlo; hemos estado exigiendo eso, hemos sido parte de proyectos para ese fin, pero sin ser escuchados por las autoridades chilenas; ha sido un puro darse contra murallas de goma y autoridades reacias a ejercer su liderazgo. A nosotros esto nos genera un escenario de gran incertidumbre y preocupación. Con este nivel de desapego de las autoridades por sus deberes y obligaciones, muy funcional a los intereses de organizaciones que repugnan de gente en los territorios y a los de quienes buscan aprovechar el desorden para implantar industrias sin apego a estándares estrictos, es probable que los indígenas de verdad pasemos a ser pronto sólo un capítulo de Wikipedia. Vamos a exigir que nos aclaren cuál es nuestro futuro con este nivel de desorden en la Región. 

Mientras no se ordene el territorio, Patagonia será la expresión de su declinación: el lento camino de la agonía. La esperanza está puesta ahora en esta nueva administración para en conjunto crear una política ambiental en beneficio de quienes vivimos en esta alejada región.

Juan Carlos Tonko Paterito





  



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