Presentación del Libro "Un viaje a las Colonias. Memorias y diarios de un ovejero escocés en Malvinas Patagonia y Tierra del Fuego (1878-1898)” por Carlos Vega Delgado




Nos hemos reunido para la presentación de una obra trascendental.

Se trata de “Un viaje a las Colonias. Memorias y diarios de un ovejero escocés en Malvinas Patagonia y Tierra del Fuego (1878-1898)”, investigación, estudio introductorio y comentarios notables de Alberto Harambour, correspondiente al volumen 42 de la colección “Fuentes para la Historia de la República” del Centro de Investigaciones Diego Barros Arana de DIBAM.
Alberto Harambour Ross nació en Punta Arenas en 1972 y actualmente es profesor asociado de la Universidad Austral de Chile e investigador del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes, ejerciendo la docencia en distintas casas de estudios, entre ells la Universidad Católica de Chile desde 2007 y donde obtuvo su licenciatura en historia en 2000. En la Escuela de postgrado de la Universidad del Estado de Nueva York, Stony Brook, completó en 2004 su Magíster y en 2012 su doctorado e Historia de América Latina. Finalmente, entre 2012 y 2015 dirigió el proyecto FONDECYT “Iniciación: Colonización y nomadismo en la formación de la experiencia popular en la Patagonia Austral (Argentina y Chile, 1843-1923)” del que el libro que estamos presentando forma parte.
Esta obra versa sobre los 20 años que el ovejero William Alexander Blair recorrió desde las Malvinas hasta Tierra del Fuego, donde participó en el levantamiento de las primeras estancias u conoció a tehuelches, buscadores de oro, bandidos, gobernadores, soldados y náufragos, llegando a ocupar el cargo de subadministrador de The Tierra del Fuego Sheep Farming Company, una de las empresas responsables del exterminio Selknam. Todo esto narrado por el propio Blain en una memoria dividida en tres capítulos y tres anexos correspondientes a un diario de vida halado por el investigador en el Archivo Nacional de Escocia y, como lo destaca el autor, “no existen otras memorias escritas por un asalariado sobre la colonización ovina de las Malvinas y la conquista del territorio Selknam. Su diario es el único de un ovejero de la Patagonia de fines del siglo XIX. En conjunto, permite aprehender en la voz de n hombre la expansión fronteriza, un proceso de vida y de muerte".
Y Harambour añade:
“En el nombre de Tierra del Fuego, y sobre ellos comentará ampliamente William Blain en el tercer documento, la represión fue una constante. Su narración intenta, sin embargo, exculpar a la estancia  -a los propietarios administradores y trabajadores- de crímenes y presenta una perspectiva en la cual el derecho está invertido, como en Mateo Martinic: la población de la isla no tiene derecho sobre la tierra que habita y los europeos son soberanos (tienen derecho sobre la vida y la muerte de los “nativos”) dado que los Estados les han entregado esa tierra en concesión. Así, la nación de la isla no tiene derechos sobre su tierra. Cabe señalar aquí que en diciembre de 1895 la Corte de Apelación de Valparaíso ordenó la apertura de un proceso por “vejámenes inferidos a los indios de Tierra del Fuego” que sólo terminó en 1904, con todos los procesados absueltos. Entre ellos figuraron los jefes directos de William Blain, los hermanos Ernest y Mont Wales, y varios de sus compañeros en Springhill, así como los administradores y empleadores de otras estancias, como Morits Braun, Alexander Cameron, Rudolph Subenrauch. Para entonces ya se había cumplido lo que pronosticara John Spear en 1894: “el ovejero terminará por arrinconar a los onas extendiendo sus cercas de alambres, y luego el exterminio vendrá”.
Así fue la justicia de Waldo Seguel, el juez que con su desidia permitió que el genocidio continuara. De haberse actuado a tiempo se habría evitado la masacre. En la isla grande ya no corren los Selknam junto a sus perros fueguinos. Sólo quedan las ovejas que caminan cancinas junto a los ovejeros silenciosos y los guanacos que otean el humo de las chimeneas de las estancias que hoy ocupan los territorios que fueron aborígenes. Mientras Seguel, alguna vez soberbio en un monumento gigantesco, hoy permanece botado en una bodega. Que la comunidad impida que este juez negligente vuelva a ocupar un sitial. Está muy bien en la basura.
En los momentos difíciles de nuestra historia son muy pocos los jueces con pantalones para hacer justicia. En Magallanes lo hemos vivido varias veces. Con el genocidio indígena, los horrorosos hechos de 1920 en el local de la Federación Obrera y con las torturas y asesinatos del golpe militar de 1973, todas ocasiones en que los jueces estuvieron, por temor o compromiso, con los poderosos. Los Selknam desaparecieron y los obreros de la Federación Obrera de Magallanes nunca tuvieron justicia. En los momentos duros tras el golpe del 73 el poder judicial se escondió como rata hasta la llegada de un nuevo gobierno y después que se fueron las Fuerzas Armadas recién comenzaron con un intento de justicia.
La memoria dividida en tres partes.
La primera, Harambour la titula “De Escocia a las Colonias –Islas Falkland/Malvinas - Los ovejeros escoceses (Memorias de 1878 a 1881)”, donde William Blain narra las vicisitudes y casi naufragio en el viaje a través del Atlántico, las caracteristicas de Puerto Stanley, sus primeras experiencias con los caballos, comida, su paso por diversas localidades de la isla y sus vivencias con los gauchos.
La segunda, “Una visita a Punta Arenas. Últimos meses en las Falkland/Malvinas – Colonización ovina del Estrecho de Magallanes - The Monte Dinero Sheep Farming Company -  Punta Dungenes (Memorias de 1881 a 1890)”. Escribe: “Mi primera impresión de Punta Arenas fue que era por lejos el lugar mas rudo que hubiera visto o deseara volver a ver. Mas de dos tercios de las casas eras meras casuchas viejas, de tablas cuadradas, de madera vieja, con velas viejas, fierros corrugados, oxidados, todo mezclado en la construcción de una casa. Algunas no tenían siquiera un vidrio, sino un hoyo cuadrado e los muros y una puerta ajustada con cuero de buey”. Habla de sus habitantes de la mixtura de razas que la puebla, la falta de jabón, el hacinamiento y los graves problemas del poblado. Lo sorprende la costumbre de tomar mate y en las celebraciones del 18 le llama la atención que cuando había disputa “ni una vez ví que se recurriera a un cuchillo o a un revólver”. Sus ojos no dejan escapar detalles para escribir una crónica acertada.
En Punta Delgada tiene encuentro con los tehuelches, haciendo un pormenorizado relato de sus usos, costumbres y tradiciones, además de contar innumerables anécdotas junto a sus compañeros de trabajo.
El tercero, “Conquista de la Tierra del Fuego – The Tierra del Fuego Sheep Farming Company – Exterminio Selknam – Isla Navarino – Ushuaia – Springhill”, corresponden a las memorias desde 1891 a 1898 y describe los problemas que tuvieron con los indígenas al ocupar territorio que atávicamente pertenecieron a los selknam, pues hay que considerar que bastaron concesiones de los Estados de Chile y Argentina, usurparon sus territorios, para levantar estancias, sin comprometer que con ellas se iniciaba un camino que sólo concluiría con el exterminio de un pueblo milenario.
Los selknam eran celosos propietarios de sus territorios de los cuales eran herederos por línea patrilocal y patrilineal. Los clanes habían dividido la Isla Haruwen bien definidos. La llegada del blanco, la ocupación de los territorios, los alambrados y la limpieza de campos con el uso del Winchester, terminó rápidamente con ese pueblo poseedor de una cosmovisión y cosmogonía que asombra hasta nuestros días. Además, la política de los misioneros fue muy equivocada, pues la mala preparación de las comidas, el extrañamiento y las enfermedades terminaron por diezmar a los cazadores de la isla grande.
William Blain es cauto en sus relatos, seguramente para no ofender a su amigo y jefe Wales.
“Casi todas las noches que nos habíamos entrado –escribe- venían los indios y apedreaban las tiendas y las latas. Del mes de diciembre a marzo de 1894, cada día del que podía disponer era ocupado en trata de limpiar el campo de perros salvajes. Estos perros además de destruir un montón de ovejas perseguían a las otras por todo el lugar. Durante los meses de verano siempre había dos y a veces 3 hombres afuera en el campo, manteniéndose en contacto con los indios y dejando veneno para perros, zorros; como los perros salvajes disminuían, los zorros se volvieron más numerosos. Los zorros de Tierra del Fuego serán de igual tamaño que a nuestros zorros en casa, y casi siempre dejaban el desastre entre los corderos jóvenes.
“El 13 de mayo descubrí que los indios habían tomado una gran cantidad de ovejas. Seguí el rastro hasta bien entrada la tarde, cuando me encontré con el hombre de campo en sus camino de regreso con alrededor de 800 ovejas y 11 arcos y flechas.
“Es un hecho bien conocido que la última cosa que haría un indio es desprenderse de su arco y flecha, pero visto que yo no estuve presente en el enfrentamiento no daría una opinión sobre lo que había sucedido”.
La obra además contiene manuscritos, un índice onomástico, tres anexos (uno de los cuales es un breve diccionario selknam, anotado por William Blain) y 197 notas a pié de página, que van contextualizando las temáticas a las que se refieren tanto el autor de a introducción como el escocés.
William Blain había nacido en 1852. Con una pequeña fortuna regresó a su país natales en 1898, donde se casó, tuvo un hijo y falleció en 1924.
Finalmente, quiero expresar los mejores augurios a este trabajo. Mucha gente joven está adoptando una fea costumbre, por decir lo menos: el plagio. Seguramente la historia de William Blain será muy atractiva para crear una obra de teatro, una película o un vídeo. Si se tientan, respeten los créditos del autor y no les suceda lo que a mí, que han usado varios de mis libros sin acusar la fuente, eso se llama sinvergüenzura. No basta con cambiar las palabras de un texto para adquirir la autoria, hay que respetar la investigación y la creación.
Felicitaciones Alberto!!!

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